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Estela Coc Chamán tiene 18 años y un hijo de dos colgando del reboso. Lo lleva cargado así desde que se fue de su aldea, Lancetillo, departamento de El Quiché, para unirse a la Marcha por la Dignidad, convocada por autoridades ancestrales de medio país y la Asamblea Social y Popular, el pasado 1 de mayo. Con más de 200 kilómetros recorridos a pie, desde la ciudad de Quetzaltenango, Estela sigue con fuerzas para soplar la vuvuzela a todo pulmón, en el ruidoso cortejo que avanza por las calles del centro histórico de la ciudad capital.
¿Porqué una mujer, con un hijo pequeño, debería arriesgarse tanto?
Porqué, hasta en la recóndita aldea de donde proviene, se siente fuerte la necesidad de manifestar en contra de la impunidad y la corrupción de la clase política y empresarial del país, dice. Porqué el modelo económico de acumulación y despojo que impulsan está dejando patas arriba a una sociedad entera. Porqué, en lo que va de 2019, se han registrado 569 órdenes de captura a defensores y defensoras de la tierra y el territorio y más de 100 feminicidios. Porqué el sistema de justicia abusa de la aplicación del derecho penal para la resolución de conflictos sociales, criminalizando las comunidades y sus líderes. Y porqué se aproximan otras elecciones turbias, adelantadas por amparos constitucionales, órdenes de capturas, incertidumbre.
Estas razones, contenidas en un volante sencillo que los manifestantes distribuyen a su paso, enmarcan el propósito que unió a unos mil ciudadanos en marchar por ocho días juntos. Estela, más sencillamente, afirma: es una cuestión de dignidad.